Internet se ha encargado de actualizar el concepto de ‘cuñado’. Si el cuñado “clásico” necesitaba una sobremesa para soltar su sabiduría, el nuevo cuñado solo necesita una story y un filtro Valencia o un hilo ‘jugoso’ en X para desplegar toda su retórica para el deleite de todos su follower.
Miami me lo confirmó y las redes se lo reforzaron; la fuerza del destino (que cantara Mecano) o del algoritmo no hacen sino ampliar como ondas en la charca (sic) y dar alas al impacto de sus hilos: apoyo entre iguales, confrontación entre contrarios y ensalzamiento de unas ideologías… que vistas desde bien alto son bastante comunes.
Porque sí, el neo-cuñadismo ya no va de tener opiniones sin base, sino de ensalzar lo común; convertir la normalidad en lifestyle.
El nuevo cuñado no hace deporte; va al ‘templo’ a hacer crossfit, se arregla la barba en una barbería, dice ‘me renta’, coge reservados con cachimba, tiene un Instagram lleno de sus fotos en la playa y se come una smash como cheat meal (con crítica gastronómica incluida. Sí, de un smash).
Lee el premio Planeta, ve las series más premiadas de la temporada, deja de fondo El Hormiguero o La Revuelta, escucha podcasts, se mete por el culo libros de autoayuda disfrazados de filosofía estoicista.
Cree que cuestiona la norma, pero en el fondo la reproduce (gracias Jose María, por compartir que hoy fuiste al gym tirando de motivación y no de ganas)